Popper y Kuhn, una dupla explosiva del pensamiento
Popper y Kuhn, una dupla explosiva del pensamiento
Autor: EL TIEMPO
Popper y Kuhn, una dupla explosiva del pensamiento
Compartir

"Uno, desconfiado; y el otro, indeciso. Así fueron los forjadores de la filosofía de la ciencia y, por ende, las figuras más influyentes de la escena del pensamiento del siglo XX, el austriaco Karl Popper y el estadounidense Thomas Kuhn, dos mentes tan brillantes como divergentes en tanto el primero planteó una metodología basada en falsear o refutar las teorías científicas (en lugar de verificarlas) además de oponerse a toda forma de totalitarismo político y social —por ello, fue un adolescente marxista, pero un adulto antimarxista–.
Por su parte, Kuhn se dedicó a instaurar una ciencia filosófica más humanista, que analizaba la evolución histórica de su insumo profesional primario (la ciencia) a manera de una sucesión de paradigmas que guían la investigación por largos periodos hasta que una revolución científica llega y cumple su cometido, sustituyendo el paradigma anterior con otro más inconmensurable.

(Lea además: Foucault y Derrida, el vitalista y el formalista).

Y a pesar de ser ‘el indeciso’ de la dupla que esta semana protagoniza la nueva entrega de la colección. Descubrir la filosofía, el americano siempre tuvo clara su afinidad hacia el pensamiento kantiano y por ello, le guardó fidelidad desde sus 18 años (1940), cuando ingresó a estudiar física en la Universidad de Harvard. Sí física, pues desde que estaba en bachillerato mostraba gran afinidad y talento por las matemáticas y la física.

“En 1940, el joven Kuhn comenzó sus estudios de física en la Universidad de Harvard (en la que también había estudiado su padre), pero consiguió que la Facultad de Física aceptara que él tomara algunos créditos en Filosofía; asistió a cursos sobre los grandes filósofos clásicos de la Antigüedad y la Edad Moderna, pero el que le causó mayor impacto, hasta el punto de significar para él una especie de revelación, fue Kant, una influencia que le duraría el resto de su vida”, escribe el también filósofo especialista en lógica y filosofía de la ciencia Carlos Ulises Moulines, en su obra Popper y Kuhn. Dos gigantes de la filosofía de la ciencia del siglo XX.
Formado en el seno de una familia judía convertida al protestantismo, Karl Raimund Popper nació en Viena en julio de 1902 y creció entre la crema y nata intelectual de una capital cultural —a pesar de la caída del Imperio Austro Húngaro tras la Primera Guerra Mundial, Viena conservó su estatus de metrópolis científica y erudita de primer orden hasta la década de 1930, cuando los nazis la invadieron— pues su madre conservaba un linaje artístico y científico y su padre fue un reconocido jurista, con una biblioteca tan exquisita y con nombres tan reputados como eran los habitués a las reuniones sociales en la sala de la casa Popper, en donde los personajes más doctos de la época discutían temas científicos, filosóficos y políticos.
“El padre de Karl no solo permitía, sino que incluso estimulaba a su hijo púber a que debatiera con él de esos temas, una actitud muy poco frecuente en la época. Las conversaciones entre padre e hijo con frecuencia desembocaban en acaloradas controversias”, relata Carlos Ulises Moulines enfatizando en el carácter conflictivo, por cuestiones ideológicas, del joven que encontró en el ambiente de la época el caldo de cultivo ideal para sus ansias de intelectualidad.

Era la Viena de Mahler, Schönberg, Klimt, Freud y Ludwig Wittgenstein, entre otras grandes figuras, como la más determinante para nuestro pensador, Albert Einstein, cuya teoría de la relatividad marcó una de las dos sendas que seguiría Kuhn: la de la filosofía de la ciencia.

Al respecto, el vienés detalló en su Autobiografía intelectual que gracias al advenimiento de la revolucionaria teoría de Einstein, él tuvo clara la esencia de su filosofía de la ciencia y no solo por la innovación científica de su contenido, sino sobre todo por inspirar en él toda una metodología de las ciencias, llamada por el austríaco ‘racionalismo crítico’, fundamentado en el ‘falsacionismo’, una suerte de masoquismo científico por no demostrar una teoría, sino por buscarle sus errores, refutarla y verla como falsa y no, como determinante.

Por su parte, la otra bifurcación de su apuesta intelectual se enfocó en la filosofía social y política; en ella, los graves conflictos posteriores a la Primera Guerra Mundial fueron trascendentales. A sus doce años conoció a Marx en los escritos que conservaba su padre en su biblioteca; fue un adolescente marxista (al punto de abandonar el colegio para dedicarse a ganarse el dinero con sus propias manos, trabajando como carpintero y posteriormente como maestro de escuela).

Pero a los 17 años, se declaró eternamente antimarxista, (por suerte, ya que su talento manual lo sacó pronto del oficio ebanista) tras verse inmerso en un violento enfrentamiento, de aquellos que entre el gobierno y los movimientos radicales de izquierda —en especial, de corte comunista de los cuales, Karl se sentía afín— subsiguieron a la caída del Imperio Austro-Húngaro.

Buscando la supuesta destrucción del orden burgués y la implantación de la dictadura del proletariado, en un motín callejero, los dirigentes comunistas incitaron al grupo de izquierdistas al que pertenecía Popper a enfrentarse, desarmados, a la policía. Entre las víctimas fatales estuvieron

algunos amigos cercanos de Popper quien calificó este hecho como injusto pues para él, ningún programa político ni ningún ideal social podrían ser razón de sacrificios humanos.

Su lucha iba más ligada a la primacía del individuo sobre la clase social o cualquier otra entidad supraindividual (o totalidad, de ahí su nuevo devenir filosófico opuesto a cualquier tipo de totalitarismo), como es el Estado. “Lo que comprendió el joven Popper ante esos terribles acontecimientos es el gran riesgo que se corre al querer reformar la sociedad por la violencia. No es la ‘Gran Revolución’ lo que de golpe y porrazo conducirá al fin de las injusticias sociales, sino una política cauta y reformista de pequeños pasos, lo que Popper denominaría mucho más tarde ingeniería social”, explica el autor de Popper y Kuhn. Dos gigantes de la filosofía de la ciencia del siglo XX.

Kuhn, el humanista
Por su parte, Thomas Kuhn nació indeciso, en julio de 1922 en el seno de una familia, igualmente indecisa, al menos por el lugar de residencia. Sus padres, judíos no practicantes, le dieron la bienvenida a Thomas en Cincinatti (Ohio, Estados Unidos) pero no tardaron en emprender una romería por diferentes ciudades en las que creció el pequeño: Nueva York, Pensilvania y Connectitut.

El adolescente Thomas sentía un gran respeto por su padre, un ingeniero industrial de la Universidad de Harvard, en cuyas manos él dejaba la mayoría de sus (in) decisiones. La elección de su profesión no fue la excepción y, si bien, en el bachillerato se percató de que las asignaturas que más le interesaban y en las que lograba las mejores notas eran matemáticas y física, pero también mostraba cierta filiación por la filosofía, sobre todo por la influencia de un tío que admiraba profundamente a Spinoza y con quien sostenía disertaciones en torno a temas especulativos. “En cualquier caso, al terminar el bachillerato, Kuhn no sabía si dedicarse a la física o a las matemáticas, y le pidió opinión a su padre. Este le aconsejó que estudiara física, porque en caso de que no pudiera hacer una carrera académica, al menos tendría buenas posibilidades de encontrar trabajo fuera de la Universidad”, cuenta Carlos Ulises Moulines en el tomo número 28 de la colección Descubrir la filosofía.

Así que en 1940, al padre de Kuhn no solo se le debe la formación lógico matemática de uno de los creadores de la filosofía de la ciencia, sino también la instauración de una de las creencias contemporáneas del quehacer filosófico: ser filósofo es dedicarse a la enseñanza o vivir ‘de milagro’.

Ese año, Thomas inició sus estudios de física en la Universidad de Harvard pero logró que la Facultad de Física le permitiera tomar algunos créditos en la disciplina de su pasión, la filosofía; asistió a cursos sobre los grandes clásicos de la Antigüedad y la Edad Moderna, en donde adquirió su fervor por Kant y un espacio en la redacción de Crimson, la revista de los estudiantes de Harvard, cuyos participantes estaban adscritos a las Humanidades; pero el estudiante de física Thomas Kuhn no solo adquirió tal respeto, sino que además fue su director editorial, a la vez que lo invitaron a hacer parte de un club de disertaciones intelectuales, la Signet Society, que terminó igualmente, presidiendo.

Con el avenimiento de la Segunda Guerra Mundial, Kuhn debió suspender su prolífica trayectoria en las disciplinas del pensamiento para enfilarse como experto en radares. Con el fin del combate, retornó a Harvard en donde el mismo presidente de la Universidad, James B. Conant lo tenía en la mira como ‘científico humanista’ y le propuso dictar un curso sobre la mecánica aristotélica, solicitud que no desaprovechó el físico pues lo llevó a tomar su segunda gran decisión independiente de su vida: dedicarse a transformar la metodología en la historia de la ciencia, mediante su interpretación del desarrollo histórico de la ciencia como una sucesión de paradigmas, no lineales pero sí, revolucionarios y que expondría en su gran obra La estructura de las revoluciones científicas, la cual lo consagró ‘científico abierto a las humanidades’.

La colección
'Popper y Kuhn. Dos gigantes de la filosofía de la ciencia del siglo XX', entrega número 28 de la colección Descubrir la Filosofía, circulará esta semana con EL TIEMPO, con un precio de 26.900 pesos.

(Le puede interesar: La filosofía de la Edad Media fue ‘de película’).

Los interesados en adquirir la colección completa a un precio de 589.000 pesos para suscriptores y de 787.000 pesos para no suscriptores (este precio tendrá un descuento especial para los no suscriptores quienes, al comprar los treinta libros en una misma transacción, pagarán 719.000 pesos) podrán hacerlo a través de tienda.eltiempo.com/filosofia o llamando en Bogotá al 4 26 6000, opción 3, y en la línea nacional gratuita 01 8000 110 990."

Search engine powered by ElasticSuite