Kierkegaard, el sui generis de la filosofía
Kierkegaard, el sui generis de la filosofía
Autor: EL TIEMPO
Kierkegaard, el sui generis de la filosofía
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"Si bien la palabra ‘existencialismo’ suena casi a sinónimo del apellido Sartre, hubo alguien antes que el francés; y aún más trascendental y subjetivo que él, como fue su mentor, el danés Søren Kierkegaard (nombre que, al español, traduce Severo Camposanto) de quien resulta bastante complejo referirse, si como un filósofo, un escritor o un poeta. Ello, debido al enfoque religioso de su existencialismo, mediante el cual Kierkegaard quería revitalizar la doctrina cristiana y así no perpetuar la formación que él tuvo en un hogar en donde las imágenes del Dios castigador y la consecuente culpa eran el pan de cada día. Por ello, el ‘filósofo sui generis’ leyó el concepto de la existencia a la luz del luteranismo, doctrina que abraza la relación directa del hombre con la divinidad, en detrimento de la intermediación de la Iglesia.

“En el pensamiento de este hay un compuesto de dos elementos que se implican recíprocamente, como correlatos: el ser humano y Dios”, asegura Joan Solé en su libro 'Kierkegaard. El primer existencialista', explicando que para el pensador de Copenhague, el hombre tiene una inclinación innata hacia lo absoluto; basta con entender el concepto de espíritu como una amalgama de cuerpo y alma y, en consonancia, a Dios como lo absoluto y eterno que cobra sentido desde el punto de vista humano, es decir, desde la subjetividad de su fe (el único conocimiento de Dios que le es concedido al hombre). 
Kierkegaard, en Descubrir la Filosofía

Foto: archivo particular
Que solo haya legado dos tratados (Migajas filosóficas. El concepto de la angustia, y Apostilla Conclusiva y acientífica a las ‘Migajas filosóficas’) y que estudió la existencia desde una visión apasionada y basada en la fe y en los sentimientos y no en análisis razonables y demostrables, hacen del escandinavo un poeta o, como él se erigió: un escritor cristiano. O bien, el más iconoclasta de las escuelas del pensamiento.

Otra particularidad del formado en teología bajo los hegemónicos preceptos hegelianos (que permearon la cultura, la política y la sociedad decimonónica, e especial hasta los aos cuarenta del siglo XIX), fue su reivindicación de la religión cristiana –tambaleaba a comienzos del siglo XX, como sucede en nuestros días, debido más a una crisis en el rigor de la vivencia de la fe en el corazón de sus creyentes y no tanto, a la reducción del número de fieles nominales y/o practicantes– arremetiendo contra el cristianismo mediante señalamientos a la Iglesia Estatal danesa de haber corrompido el mensaje original de Cristo.

Décadas más tarde, cuando el hijo de un pastor protestante, Nietzsche, planteó que “Dios ha muerto” no quiso decir que la porción del universo, antes considerada divina, había dejado de serlo al pasar a ser física; en su lugar, el pensador alemán reafirmó el existencialismo religioso kierkegaardiano aseverando que la gente dejó de creer seria y fielmente en la divinidad, convirtiendo el cristianismo en algo blando e insostenible por sí mismo.

Por ello, para Solé resulta imposible leer a un existencialista como Kierkegaard desde una postura neutra e irreligiosa, como sugirió hacerlo el ateo Sartre en la segunda mitad del siglo XX. “Esta interpretación es ilegítima en el seno un pensamiento creativo que toma lo que quiere de donde quiere y como quiere, pero no es admisible como interpretación seria de Kierkegaard”, añade el autor del tomo número 24 de la colección Descubrir la filosofía.

Sus influencias
Para Kierkegaard, la comprensión de la existencia humana dista de las concepciones de otros filósofos contemporáneos a él, como Descartes y Hegel, por su altísimo componente de abstracción conceptual que no le permitía, a la escuela kierkegaardiana, alcanzar la realidad vivencial de lo existente y concreto. De ahí que, del danés se diga que era más un poeta que reflexionaba sobre la existencia humana desde el apasionado subjetivismo y no tanto, un filósofo en busca de resultados y definiciones dadas por los análisis científicos.

Si bien los fundamentos existencialistas de Kierkegaard están más cerca de Schopenhauer y Montaigne (con quienes comparte sus percepciones directa, empírica, intuitiva y preconceptual del ser humano en su intimidad), el danés dista un poco de su hombre natural, inmanente y y ceñido en el horizonte del mundo –principio reforzado por el alemán Schopenhauer, debido a su carácter ateo–.

“El pensador más próximo al danés respecto a la consideración del ser humano, del temperamento emotivo y religioso, es Blaise Pascal, aunque no se pueden omitir las diferencias entre un católico del XVII y un protestante del siglo XIX”, asegura Joan Solé en El primer existencialista.

Trinomio existencial perfecto
La verdad, la comunicación directa y el devenir existencial fueron algunos de los conceptos más ampliamente abordados por Kierkegaard.

La verdad subjetiva. Como escribió en Apostilla, “Toda la obra gira sobre mí mismo, única y exclusivamente sobre mí mismo”, para el pensador danés la verdad no se piensa sino que se vive en la propia existencia subjetiva e individual; no se compone estudiando sino existiendo en observación directa y auténtica de la propia interioridad.
La comunicación indirecta. Como la verdad existencial es subjetiva y se construye en la interioridad, no puede transmitirse conceptualmente y por ello, es clave entablar “una relación entre autor y lector que no es unívoca, unidireccional y vertical de emisor-receptor, sino que requiere la participación activa del segundo para iluminar extensas zonas de ambigüedad”, explica Joan Solé.

De ahí el empleo frecuente de dos recursos expresivos por Kierkegaard: el humor y las parábolas (las mismas que caracterizaron al discurso de Jesús en el Nuevo Testamento), en tanto herramientas de enseñanza que muestran por vía afectiva, más que un discurso racional, una verdad moral que trasciende los límites del concepto y se proyecta hacia la acción y la vida.

El devenir existencial. Para la filosofía kierkegaardiana, la existencia humana halla su esencia en un tiempo abierto a la trascendencia, infinito; por lo cual, la noción de devenir y de progreso está íntimamente relacionada a la trayectoria moral e intelectual del ser humano en su propio proceso de individualización y subjetividad. “El sujeto se define en cada momento como lo que quiere ser y establece un horizonte de anhelos y expectativas”, agrega Solé quien también aclara las tres esferas o estadios de existencia: la estética (la esfera de la inmediatez), la ética (esfera de la exigencia; por lo general, es eterna y acaba hundiendo al hombre) y la religiosa (esfera de la plenitud, pero con cierta contradicción religiosa y que se explica mediante el ejemplo de “estar a 70.000 brazas de agua y sin embargo ser feliz”).

'Kierkegaard. El primer existencialista', entrega número 24 de la colección Descubrir la Filosofía, circulará esta semana con EL TIEMPO, con un precio de 26.900 pesos. Los interesados en adquirir la colección completa a un precio de 589.000 pesos para suscriptores y de 787.000 pesos para no suscriptores (este precio tendrá un descuento especial para los no suscriptores quienes, al comprar los treinta libros en una misma transacción, pagarán 719.000 pesos) podrán hacerlo a través de tienda.eltiempo.com/filosofia o llamando en Bogotá al 4 26 6000, opción 3, y en la línea nacional gratuita 01 8000 110 990."

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