
Con el auge de la razón durante el Siglo de Las luces, el Denis Diderot se consagró el principal demócrata del conocimiento mediante su emblemática Enciclopedia. Su vida y variada obra son reseñadas en el tomo número 44 de la colección Descubrir la Filosofía.
Nació católico pero fue el más acérrimo crítico del absolutismo cristiano. Y cómo esperar lo contrario de un francés, hijo de una pareja de humildes artesanos, que en plena época de la Ilustración forjó su recordada trayectoria materialista y realista a pulso —o mejor, a puño y letra, al ser el autor de la obra suprema del Siglo de Las Luces, la Enciclopedia— sin dudar en democratizar su amplio conocimiento en el estudio del pensamiento, la producción de poesía, el análisis sociopolítico (fue uno de los revolucionarios promotores de la burguesía del siglo XVIII), las leyes de la naturaleza y aun, la ciencia del movimiento.
Otro ‘todo en uno’ —como también lo fue Max Weber, el alemán que ‘modernizó’ la Ilustración por sus aportes al conocimiento desde la filosofía, la sociología y la política, entre otras ramas—, Diderot le debe esta fama al contexto histórico en el que vivió; fue una época en la que el empirismo inglés tenía ganado el terreno de la producción intelectual, siendo John Locke (1632-1704) e Isaac Newton (1642-1727) algunos de sus referentes.
Mientras el primero, mediante su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), forjó en el joven nacido en 1713 en la ciudad francesa de Langres su enfoque antiabsolutista (ello gracias a la crítica que hizo el británico de la doctrina del innatismo, según la cual las personas estamos provistas de nociones y principios desde nuestro nacimiento; para Locke, estas son solo atribuibles a la experiencia y al conocimiento adquiridos), el segundo reforzó su empirismo científico a través de su obra de 1687 Philosophiae naturalis principia mathematica.
“En esta y en sus otras obras no se sintió jamás disuadido por el deseo de definir la esencia de los fenómenos naturales, sino por la observación de la experiencia y del deseo de regenerar las leyes del funcionamiento de la naturaleza en su propio seno “, escribe al respecto Claudia Milani, autora de Diderot. El espíritu de la Ilustración francesa, tomo número 44 de la colección Descubrir la Filosofía, que circula los miércoles con EL TIEMPO.
El evolucionista, ‘literal’
Así como el padre de la física moderna y descubridor de la ley de la gravitación universal (Newton), Diderot se basó en el método empírico como una hábil fusión de observación, experimentos y demostraciones matemáticas para proponer en el ámbito de las leyes de la naturaleza que el movimiento es eterno y por lo tanto, ni es posible, ni existe el concepto de estática, quietud o ausencia de movimiento.
Fue esta, su principal apuesta hacia la elaboración de su doctrina materialista con la cual dejó de comprender a la naturaleza como una obra estática, elaborada por un creador, y en cambio, la postuló como su hipotética realidad dinámica, en continua evolución y que halla su origen en sí misma y no en una entidad omnipotente.
Al respecto, aclara la autora de Diderot. El espíritu de la Ilustración francesa: “Hay que precisar que el mismo Diderot, cuando habla de inherencia necesaria del movimiento en la materia, de mecanicismo, de generación espontánea, de sensibilidad física y de moléculas orgánicas, lo presenta todo como una hipótesis que aún se debe demostrar (…) un proceso que puede (y debe) en todo momento ser revisado y corregido”.
Dado el carácter hipotético con el cual terminó calificando a su teoría del movimiento constante de la materia, Diderot empezó a ser catalogado como ‘un evolucionista ante
litteram’, mientras que su filosofía empezó a ser rechazada e indirectamente, juzgada de traición hacia su referente teórico, Isaac Newton cuyo principio científico, Hypothese non tingo (‘No supongo hipótesis’) se alejaba bastante de las especulaciones y del lugar dado a la duda, a la necesidad de demostrar una teoría lanzada a priori, que desde entonces puso en tela de juicio al materialismo diderotiano.
Ilustre, mas no supremo
A pesar de la extensión y versatilidad temática de su producción intelectual (desde poesía, hasta neurociencia y evolucionismo biológico, pasando por astronomía, en inclusive, sociopolítica, religión, deísmo y ateísmo quedaron inmortalizados por su pluma), Denis Diderot se consagró el referente del enciclopedismo, gracias a su Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, máxima obra del periodo ilustrado —y ancestro directo de nuestra Wikipedia— cuyo proceso de tomó veinte años (1751-1772), tiempo justo para escribir “numerosas voces, revisándolas todas, buscando a los autores que pudieran ayudarlo en dicha obra, recaudando fondos y solucionando los problemas cada vez más complicados que surgían con la censura”, explica Milani.
Si bien se trata del más completo compendio de saberes (aborda matemáticas, leyes estatales, historia, astronomía, ciencia, filosofía, etc.), esta obra nunca pretendió situar a la filosofía por encima de los otros tipos de conocimiento sino que, al contrario, motivó la constante evolución de las ciencias naturales, la historia, las artes, el derecho y la política contenidas en sus páginas mediante el análisis crítico propio de la filosofía, dándole forma a la definición diderotiana de esta como un proceso que “duda e intenta, destruye y construye”, en palabras del filósofo y sociólogo Ernst Cassirer.
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